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El banquete en la antigua Grecia: symposium

El banquete en la época arcaica griega era un acto en el que varios hombres se reunían para consumir alimentos y bebidas a la vez que discutían sobre temas de actualidad y tomaban decisiones conjuntamente, como la aceptación de nuevos miembros para el grupo, lo que reforzaba sus vínculos dentro de la comunidad en que vivían. Durante el banquete se diferenciaban dos partes una primera dedicada más propiamente a la comida, en la que se tomaban los alimentos sólidos, basados principalmente en cereales y carnes cocinados de diferentes formas ( deîpnon ) y una segunda, la sobremesa, más centrada en el consumo del vino, la conversación y los entretenimientos en general ( sympósion ). Y cuando vi el pernil, cómo me puse temblar. Y allí al lado estaba la sabrosa mostaza dorada, que rechaza el exceso. Y después de probarla, me eché a llorar, porque mañana ya no la vería, y me contentaría con queso y presto pan de cebada. Mas mi vientre no se resistía, pues se veía constreñido por los imprudente

El banquete en la antigua Grecia: symposium




El banquete en la época arcaica griega era un acto en el que varios hombres se reunían para consumir alimentos y bebidas a la vez que discutían sobre temas de actualidad y tomaban decisiones conjuntamente, como la aceptación de nuevos miembros para el grupo, lo que reforzaba sus vínculos dentro de la comunidad en que vivían.
Durante el banquete se diferenciaban dos partes una primera dedicada más propiamente a la comida, en la que se tomaban los alimentos sólidos, basados principalmente en cereales y carnes cocinados de diferentes formas (deîpnon) y una segunda, la sobremesa, más centrada en el consumo del vino, la conversación y los entretenimientos en general (sympósion).

Y cuando vi el pernil, cómo me puse temblar. Y allí
al lado estaba la sabrosa mostaza dorada, que rechaza el exceso.
Y después de probarla, me eché a llorar, porque mañana ya
no la vería, y me contentaría con queso y presto pan de cebada.
Mas mi vientre no se resistía, pues se veía constreñido por los imprudentes.
Lo subyugaron el caldo negro y los menudos hervidos.
Pero un esclavo trajo trece ánades de Salamina,
del lago sagrado, muy gruesas. El cocinero las trajo
y las sirvió, donde se hallaban las falanges de los atenienses
………………………………………………………………………………………………..
Querefonte meditó a un tiempo lo futuro y lo pasado,
conocer las aves y alimentarse de buenos agüeros.
Comió como un león, y sostenía en su mano una pierna de cordero,
para, al regresar a casa, tener otra vez algo de cena.
Y unas gachas de dulce aspecto, que Hefesto se afanó en hervir,
cociéndolas en una vasija ática durante trece meses. (Ateneo, Banquete de los eruditos, IV, 136 D-F)



Una vez que los comensales ya estaban satisfechos tras la comida, los esclavos retiraban la mesas que estaban puestas delante de cada lecho, limpiaban la sala y ofrecían a los participantes agua para lavarse las manos, guirnaldas que colocaban sobre sus cabezas o en torno a sus cuellos, y aceite perfumado.

“Y cuando los amigos hubimos satisfecho el deseo
de la comida y la bebida, los servidores se llevaron
todo aquello, después los mozos dieron el aguamanos,
vertiendo agua tibia con <aceite de iris, tanta como uno
deseaba, así como toallas limpias, de lino, y dieron ungüentos
de olor a ambrosía y coronas florecidas de
violetas.”
(Filóxeno de Léucade)


Después volvían a traer las mesas y depositaban en ellas dulces, frutas, frutos secos, miel y queso que iban a servir como acompañamiento de la bebida. 

"Se mezclaba una cratera de Bromio, y se tomaba vino
de Lesbos, del que mucho había bebido cada cual superando al otro.
De nuevo se disponían las segundas mesas repletas,
y en ellas había peras y gruesas manzanas,
granadas y uvas, nodrizas del dios Bromio,
la reciente, que llaman por sobrenombre uva de parra.
Pero de ellas yo no comí nada en absoluto, pues estaba ahíto.
Mas al ver entrar, amigos, a un dorado, dulce, grande, re
un pastel cocido, [dondo
¿cómo habría podido yo entonces abstenerme del divino
........................................... [pastel?
Ni aunque tuviera diez manos y diez bocas,
un estómago indestructible, y mi corazón fuera de bronce."
(Ateneo, Banquete de los eruditos, 136D-137C)


Traían entonces la cratera, un gran recipiente cuya principal función era la de acoger la mezcla correcta de vino y agua que se bebería a continuación, pero que se convirtió en uno de los símbolos más destacados del simposio, pues a su alrededor se decidía quién iba a presidirlo, qué dioses serían invocados durante las libaciones y cuánta parte de la bebida se dedicaría a ellos, además se anunciarían los entretenimientos de los que se disfrutaría y los temas a tratar en los debates.

"Ya que están limpios ahora el suelo y las manos de todos,
y las copas; y hay uno que pone coronas
trenzadas, y otro que pasa un perfume oloroso en un frasco;
y se alza la cratera, llena hasta el borde de dicha;
y hay más vino en reserva, que dice que no habrá de faltarnos
nunca, y que huele a flores, suave en las jarras;
y difunde el incienso su santo aroma en el medio;
y fresca y dulce y limpia está el agua, y a mano
los rubios panes esperan y, tal que impone respeto,
la mesa, de queso y de miel suculenta cargada;
y cubren el ara del centro por todas partes las flores;
y envuelven toda la casa el canto y la fiesta:
deben primero los comensales al dios entonarle
un himno con pías historias y puras palabras;
de hacer lo que es justo –eso, sin duda, es más propio–,
no hay abuso en beber hasta donde lo habido no impida  
volver sin criado a casa, si no se es un anciano." (fr. 1 de Jenófanes)


De acuerdo con la tradición de la antigua Grecia, los hombres habían aprendido el uso reglamentado y socializado del vino del dios Dionisos, así como la importancia de una mezcla adecuada de vino y agua y de un correcto reparto de la misma entre los comensales. A partir de ese momento, el consumo del vino pasó a ser un elemento primordial de sociabilidad en todos los banquetes. Y el symposium se convirtió más que en una reunión para beber, en una celebración del uso ritualizado del vino bajo la mirada de Dionisos y de las otras divinidades a las que se invocaba durante las libaciones.

"...y tu recibe esta copa de después del lavamanos,
llena, con su hermoso rocío; Bromio al darte
este suave esplendor invita a todos a la alegría."
 (Filóxeno de Léucade, 92)


Tras haber sido perfumados y coronados con las guirnaldas, los comensales ofrecían una libación con un poco de vino puro en honor del Agathos Daimon, el «Buen Genio», quien velaba para que la atmósfera del simposio se mantuviera cordial. Esta libación se hacía pasando entre los asistentes una gran copa de vino sin mezclar, pero el resto de la bebida consumida debía estar rebajada con agua.

"Tú, redonda, torneada, que solo una oreja posees
y largo y alto cuello y hablas con boca estrecha,
sirviente de Baco feliz, Citerea y las Musas,
la que con risa dulce gobiernas tiernamente
el banquete, ¿por qué quedas sobria al estar yo beodo
o al revés? Faltas contra la ley de los festines."
(Antología Palatina, anónimo, 748)


Después se hacía una triple invocación a los dioses: una copa se dedicaba a los dioses olímpicos, en particular a Zeus, otra a los héroes y la tercera a Zeus Salvador, como garante del orden divino y por extensión, del orden en el banquete. Para terminar, entonaban juntos un peán, un canto en honor a distintos dioses, especialmente a Apolo, acompañados generalmente con la flauta o la lira.

". .del gran Zeus ... y a Bromio el danzarín ... celebrado
con « evoí! », y a Asclepio el de la ciencia excelsa
y a los dos Dioscuros invocad, y a las Gracias reverenciadas
y a las Musas ilustres y a las Moiras benévolas
y a Helios infatigable y a Selene llena, y también
a las maravillas todas con que el cielo está coronado.
Salud, dioses inmortales todos siempre existentes y
diolas inmortales; y conservad a salvo este templo
de Epidauro dentro del buen gobierno de los griegos,
de su abundancia de hombres: vosotros, sagrados
vencedores gloriosos, entre felicidad benevolente." (PMG 937


Llegaba el momento de elegir al presidente del banquete, el simposiarca, que debía vigilar por el orden durante la velada, además de fijar el número de copas que cada uno de los asistentes debía apurar en las diversas rondas y de establecer la cantidad exacta de vino y agua para mezclar. También decidía las reglas del canto y de los juegos, y las multas por cada infracción de las normas sobre el orden de los bebedores.

"¡Salud, coetáneos míos, salud, comensales!
Bueno es mi principio y el fin sea bueno.
Si tal es el fin que hasta aquí a los amigos nos trajo,
debemos divertirnos y jugar con decoro
y que unos con otros disfruten diciendo simplezas
y chistes de aquellos que risa provoquen.
Pero luego lo serio se imponga y oigamos por turno
al que hable; pues es esa virtud de los banquetes.
Y al jefe de mesa atendamos; tal es la conducta
que a los hombres de pro buena fama aporta."
(Antología Palatina, anónimo 766)


La mezcla del vino con el agua no podía hacerse a la ligera y existían indicaciones sobre las proporciones, que podían variar dependiendo de la bebida, más o menos fuerte, que se quisiera obtener y de las propias características del vino, así como de la mayor o menor moderación de los comensales. La tendencia general era que el agua debía predominar, y se debía evitar que fuera predominante el vino, porque la mezcla se consideraba bastante cargada. En general se preferían las mezclas en las que había mayor cantidad de agua, en particular la que se hacía en una proporción de cinco a dos.

"Venga, muchacho, tráenos una jarra
para bebérnosla de un trago sirviéndonos diez medidas
de agua y de vino cinco cazos (ciatos) para que yo pueda 
otra vez divertirme sin barbarie.

Venga otra vez sigamos de este
modo, entre estrépito y gritos bebiendo como los escitas,
sino entre bellos cantos bebiendo con moderación."
(Anacreonte fr 33)


Evidentemente, a pesar de que algunos autores no dejaban de insistir en la moderación en la bebida, no faltaban las proporciones inversas, aunque esto se consideraba inaceptablemente fuerte. Por ejemplo, el poeta lesbio Alceo  proponía una mezcla de una parte de agua y dos de vino:

"¡Bebamos! ¿Por qué esperamos a las luces? Queda un dedo de día.
Baja, amigo, las copas grandes decoradas,
que el vino nos lo ha dado el hijo de Sémele y de Zeus. a los hombres
como olvido de los males. Mezcla uno y dos y sírvelas
llenas hasta el borde. Y que una copa
empuje a la otra."
(Alceo, Fragmentos, 104)



En verano se podía refrescar la bebida usando agua fría o incluso nieve. Esta a veces se añadía directamente al vino, pero también podía emplearse para refrescar de forma indirecta por medio del psyktér. Este era un recipiente caracterizado por un cuerpo bulboso y una base alta y estrecha; se llenaba de vino y se introducía en una cratera llena con agua fría o nieve, refrescando así la bebida.

"Beber vino caliente
nadie lo aceptaría, sino muy al contrario
enfriado en un pozo o mezclado con nieve."
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Los griegos desconfiaban del abstemio, que no participaba en el consumo del vino con los demás y permanecía sobrio mientras ellos se iban aproximando a la embriaguez y a sus consecuencias. El comensal que rehusaba beber debía dejar la compañía en el momento en el que se preparaba la sala para el simposio y estaba mal visto porque con su actitud se situaba al margen de los valores colectivos del grupo.

"Tú, redonda, torneada, que solo una oreja posees
y largo y alto cuello y hablas con boca estrecha,
sirviente de Baco feliz, Citerea y las Musas,
la que con risa dulce gobiernas tiernamente
el banquete, ¿por qué quedas sobria al estar yo beodo
o al revés? Faltas contra la ley de los festines."
(Antología Palatina, anónimo, 748)


El banquete podía prolongarse hasta tarde y la mezcla con el agua atemperaba los efectos del alcohol, pues retrasaba la embriaguez. Se trataba de beber una cantidad tal que pusiera alegres a los comensales, pero los mantuviera todavía intelectualmente despiertos y agudos para la conversación, para la poesía y para el resto de las actividades. Para los griegos el consumo del vino no era un fin en sí mismo, sino que buscaban llegar, al menos en teoría, a un estado de relajación que les permitiera olvidar las inhibiciones, vencer la timidez y hacer asomar el ingenio.

"No retengas con nosotros contra su voluntad, a ninguno
de nuestros invitados, ni le invites a marcharse si no quiere
irse, ni despiertes al dormido, oh Simónides, si el dulce
sueño se ha apoderado de alguno de nosotros, embriagado
por el vino, ni obligues a dormir mal de su grado al que
está desvelado; pues toda imposición es molesta. Que el
escanciador llene Ia copa al que quiera beber, pues no to-
das las noches uno puede darse buena vida. Yo, por mi parte,
como ya he bebido una cantidad de vino razonable, voy
a mi casa a acordarme de Ia hora del sueño, que ahuyenta
las penas. Llegaré en el estado en que más agradable es
haber bebido: no me he abstenido del vino ni estoy demasiado
borracho. El que bebe sin medida, no es ya dueño de
su lengua ni de su voluntad: una vez borracho, pronuncia
palabras inconvenientes que resultan indecentes para los
que no están bebidos, y no se avergüenza de ninguna acción,
convertido en un estúpido de hombre cuerdo que era. Sabedor
de estas cosas, no bebas vino en exceso; o levántate
antes de emborracharte, no sea que tu vientre te someta
a su voluntad como a un mal servidor que trabaja todo el
día, o no bebas aunque te quedes. Tu, en cambio, repites
siempre Ia palabra insensata: ¡escancia!, y por eso estas
borracho: una copa que te ofrecen, es Ia amistad, otra, Ia
del desafío, otra, es Ia libación en honor de los dioses... y
todavía tienes otra en Ia mano; no sabes negarte: cuando,
en realidad, el invencible es, el que después de beber muchas
no dice algún disparate. Conversad vosotros amablemente
junto a la crátera, absteniéndoos siempre de disputar
unos con otros y hablando delante de todos dirigiéndoos
al tiempo a cada uno y a todos juntos: así es como un festín
resulta agradable».
(Teognis)

Escena de banquete, Paestum, Italia. Foto Samuel López

Los entretenimientos que se podían dar en los banquetes variaban dependiendo de la mayor o menor moderación de los simposiastas, así como del tiempo que llevaran bebiendo, y se esperaba que todos ellos interviniesen durante las actuaciones. El entretenimiento más básico era la charla, en las que se exponían opiniones personales sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Un lugar muy destacado era también el que se otorgaba al canto y la poesía, acompañados por la flauta o la cítara, instrumentos que servían además para amenizar la velada.

"Cuando se retiraron las mesas, hicieron las
libaciones y cantaron el peán, se les presentó
para la fiesta un hombre de Siracusa, acompañado
de una buena flautista y una bailarina experta en
acrobacias, y de un muchacho muy agraciado que
tocaba muy bien la lira y bailaba. El siracusano
ganaba dinero exhibiendo sus actuaciones como
espectáculo.
Una vez que la flautista tocó para ellos la flauta y el muchacho la cítara, y daba la impresión de que ambos habían alegrado bastante los ánimos, Sócrates dijo: `Por Zeus!, Calias, nos has dado una fiesta perfecta, pues no sólo nos has hecho servir una cena magnífica, sino que, además nos estás proporcionando un bellísimo espectáculo de vista y sonido."
(Jenofonte, Banquete, II, 1-2)


El simposio favoreció la difusión de la poesía lírica ya que en su transcurso se sucedían al menos tres tipos de cantos. En primer lugar, estaba el canto nada más comenzar el banquete, tras la distribución de guirnaldas y las libaciones, que entonaban todos los asistentes: un peán dirigido a los dioses. Después, el que cantaba el simposiasta con una rama de mirto en la mano, el cual se ponía de pie y empezaba a cantar una canción conocida, cuando se detenía pasaba la rama a otro que debía continuarla, pasando a su vez la rama después a otro comensal. Los que no seguir la canción elegida tenían que apartarse, hasta que sólo quedaba un ganador. En vez de una rama de mirto se podía sujetar una lira. Estas intervenciones individuales contenían temas míticos, históricos, satíricos, amorosos y de amistad o del banquete, que se denominan escolios conviviales. Por último, llegaba el turno de los expertos, generalmente poetas que cantaban poemas de estructura rítmica y musical más compleja, compuestos poco antes o durante el propio banquete. Muchos estaban destinados al propio simposio en el que se interpretaban, a veces incluso dedicados al anfitrión y su círculo de amistades. La capacidad de improvisación era muy apreciada, como prueba de elegancia compositiva. Para los que carecían de talento creativo existían repertorios de cantos simposiales destinados a quienes asistían al banquete y no querían quedar mal en su turno de canto.

"Conmigo bebe, conmigo festeja, conmigo
ama, conmigo ponte la corona: conmigo enloquece
cuando yo enloquezca, sé temperante cuando yo lo sea."
 
(PMG 902)


Otra de las diversiones podía ser jugar a las adivinanzas con castigo incluido para quien no fuera capaz de acertar la adivinanza propuesta, como por ejemplo: beber salmuera mezclada con el vino y vaciar la copa sin respirar.

"Es bastante antiguo el tipo de adivinanza que requiere un razonamiento, y el más acorde con la auténtica naturaleza del acertijo: «¿Qué enseñamos todos sin saberlo?», y «¿Qué es lo mismo en todas partes y en ninguna?», y también: «¿Qué es lo mismo en el cielo, sobre la tierra y en el mar?». Éste último se basa en la homonimia, ya que el oso, la serpiente, el águila y el perro se encuentran en el cielo, en la tierra y en el mar. La anterior se refiere al «tiempo», pues es a la vez el mismo en todas partes y en ninguna, dado que no está presente físicamente en un único lugar. La mencionada en primer lugar se refiere al hecho de poseer aliento, pues aunque ninguno de nosotros lo sabe, se lo hace notar a quien está cerca." (Ateneo, Banquete de los eruditos, 453 b-c)


Otro divertimento era la actuación de bailarines y acróbatas que, con sus actuaciones, a veces arriesgadas, deleitaban a los comensales mientras estos se dedicaban a debatir sobre temas de actualidad.

"A continuación, trajeron un aro guarnecido en todo su perímetro de espadas de punta; la bailarina se lanzaba en medio, dando volteretas, y volvía a salir dando vueltas por encima de ellas, de tal modo que los espectadores temían que le pasara algo, pero ella conseguía realizar el ejercicio con valor y seguridad." (Jenofonte, Banquete, II, 11)

Las mujeres libres y respetables no asistían a los banquetes para no corromperse, pero sí se admitía a las que tocaban música, bailaban y las heteras, que participaban junto a los simposiastas en actividades con mayor actividad física, como bailando frenéticamente o practicando juegos de habilidad, como el kóttabos, de origen siciliano que mostraba distintos tipos de destrezas. La más simple consistía en acertar un blanco lanzando hábilmente las últimas gotas que quedaban en la copa.

"Obra insigne de la tierra sícula es el kóttabos,
que ponemos como blanco para los restos del vino."
(Critias, Elegías, fr. 1, 1-2)

Juego del kottabos, pintura de Anatolio Scifoni

El symposium es por tanto una ocasión de fiesta y de celebración, animada por el vino, que libera el espíritu de los participantes y los hace más proclives a disfrutar de una velada con presencia de música, de mujeres y de juegos variados, además de una ocasión para discutir de política, de los asuntos públicos de la ciudad, y para afirmar sus valores comunes; todo siguiendo unas normas estipuladas y con el objetivo de disfrutar de la compañía.

"Pues bien, él suplica, tras haber superado
su funesta dolencia, un día de nuevo
contemplar su hogar, y junto a la fuente de Apolo
celebrando sus banquetes,
entregar su corazón a menudo a la juvenil alegría, y, entre los sabios
ciudadanos,
sosteniendo la lira bien labrada,
gozar de la serenidad,
no dando aflicción a ninguno de ellos, y sin sufrir él mismo
de sus conciudadanos."
(Píndaro, Pítica, IV, 462)





Si quieres saber más

Música, baile, juegos de equilibrio: entretenimientos del banquete griego; Cora Dukelsky
El simposio griego:vino, música y compañía; Mª José García Soler
Bailarinas y contorsionistas en el Simposio de Jenofonte; Luis Calero Rodríguez
La comensalidad en el origen de las comunidades cívicas griegas; Domingo Plácido
Vino, banquete y hospitalidad en la épica griega y romana; Cristina Martín Puente
Amistad, simposio y poesía lírica; Silvia Porres Caballero
Vino y banquete desde Homero a Ãnacreonte; Julián Garzón Díaz
El banquete griego en Occidente. La Galia: alcance y límites de un tipo de comensalidad; Susana González Reyero

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